Por Jorge Sanguino, published 2022/01/09 in Esfera Publica
Ahora que se habla tanto de inflación, vale la pena recordar que el costo de educación ha estado hiperinflado desde hace más de 4 décadas. En Estados Unidos la matrícula para la educación superior se ha incrementado en alrededor de 1400% en ese periodo de tiempo.Las deudas de estudiantes son más grandes que las deudas de los usuarios de tarjetas de crédito. Los datos no son diferentes en otros países: En Colombia, un artículo de la República del 2017 describe un incremento del 41,7% en una universidad privada en el periodo de cuatro años. La educación superior se ha incrementado por encima de la inflación y lo ha hecho constantemente con pocas o nulas correcciones.
El sistema del arte, ha cambiado también en las últimas décadas. En otrora era permeable en relación a la educación de un artista o curador, aceptaba la formación en el taller de artista o por autodidactismo. Hoy, el título universitario, la dirección de la tesis de grado, o el sistema de clases alemanes (en los últimos años de formación el futuro artista hace parte de una clase dirigida por un artista famoso) junto a los posgrados, e incluso el doctorado para artistas se han vuelto requisitos para la entrada al mundo de las instituciones y al mundo del mercado del arte.
En consecuencia, quien quiera ser artista, deberá tener o encontrar los recursos para financiar la hyperinflada educación, y si quiere aumentar las probabilidades, buscará como participar en el subrepticio ranking de las mejores universidades para arte. (o mejor, dicho, las universidades de moda, Yale, Goldsmith, Steadel Frankfurt, etc). Pero no olvidemos, que las condiciones laborales del sistema del arte ofrecen pocas probabilidades de encontrar un puesto fijo remunerado después de la educación. Así que, una vez pagada la matricula, se debe encontrar una manera de financiar los años intensos de trabajo sin tener acceso al mercado, o participación en él.
Dicho directamente, estudiar y convertirse en artista es más posible para los herederos de familias ricas: Se podría pensar que el mecenazgo, la figura histórica del benefactor de artistas, puede equilibrar la balanza social, pero mientras las colecciones institucionales tienen cada vez menos recursos, experimentamos el establecimiento del coleccionista privado que sólo invierte en sus intereses y caprichos, poco en un ideal, y que se siente solidario con su propia clase.
Si bien es cierto que siempre ha existido una relación histórica entre suficiente patrimonio familiar y la inclinación por ser un profesional en arte, el problema que aquí tratamos no es el de una opción individual. Se trata de un modificación fundamental: Los costos de los educación y los retos en ser profesional del arte, fundamentan el paso del antiguo régimen estético burgués a un nuevo régimen estético global en el que la clase dominante perpetua su continuidad. Entre ambos regímenes, sin embargo, se esbozan dos diferencias.
La primera diferencia es el carácter global, porque ya no sólo se trata de la hegemonía del único canon de artes producido en los países industriales y capitalistas, que se repite o se simula en otros lados del mundo.Para su preservación, el régimen, ha (des)calificado toda producción artística que no pertenece a su círculo usando nociones tales como antropología, etnología, arte primitivo, o folclor, y de esa manera han sido excluidas de ser consideradas arte.
Sin embargo, ya que el advenimiento del neoliberalismo ha producido millonarios y billonarios en todos los lugares del mundo, y muchos de los beneficiarios de la transformación económica se han trasladado a la grandes capitales del mundo, enviando a sus hijos e hijas a estudiar en las universidades élites, el canon se ha transformado geográficamente. Ya no pertenece a una región sino a una clase dominante.
La segunda diferencia es el uso de inclusión como ideología. Mientras el régimen estético burgués funcionaba a través de la exclusión, el nuevo régimen funciona a través de la inclusión pero regulando los niveles de participación. Todos están invitados a incluirse y a participar, pero en escalas diversa. Si no hay pertenencia a la clase dominante, no hay participación directa. Sólo participación afectiva al nivel del “follower”.
Los medios sociales respaldan el nuevo régimen estético. En ellos se pueden forjar y agrupar una gran cantidad de seguidores, o followers, que se sienten, engañosamente, parte del régimen dominante y, como no pueden adquirir los productos directamente, como por ejemplo, estudiando en las universidades élites, le pueden dar corazones y tantas otras cosas, entre ellas su tiempo y sus afecciones. Y estos seguidores también son globales, en la medida en que la empobrecida clase media también es global, y la pobreza ya no es una cosa exclusiva de nuestros países latinoamericanos.
Al nuevo régimen le sirve este número de fans en incremento, porque al sistema de arte institucional y al mercado le interesan esos números como garante de un juicio de valor estético, que da argumentos para financiar exhibiciones, originar ventas y crear tendencias.
Ya que la participación en el régimen estético es en su mayoría afectiva (y sólo directa a través de una mediación controlada, como lo hacen las marcas de moda, que le dejan a la clase media “saborear” sus productos a través de los outlets y los famosos “sales”) ya no es necesario crear vinculaciones políticas, sociales y relacionales dentro de la obra de arte, dando lugar a un exceso de formalismo que aparece representado mayoritariamente en la pintura y la escultura. No es coincidencia, que los artistas jóvenes globales que han alcanzado records en las casas de subastas el año pasado, sean excesivamente formalistas. La mayoría de las obras rematadas, son pinturas, y ellos, que ya no son hombres blancos, estudiaron en universidades prestigiosas en el Reino Unido o en USA.
En tanto el formalismo comienza a ocupar el registro de la mayoría de la producción artística contemporánea, de igual manera, se incrementa la demanda de una materia prima que supla de contenido el formalismo. No se trata de una demanda de pinceles, oleos y bastidores. Sino de materia prima originada en el núcleo de la vida social, biológica y política.
Más allá de crear seguidores, la inclusión como ideología permite además crear una cadena de surtido de materiales al nuevo régimen. Al mismo tiempo se exonera de un compromiso con la realidad y la sociedad de donde éstos provienen. La inclusión “incluye” a los Otros, y en especial a los otros más desfavorecidos, pero toma de ellos sus contenidos vitales, los extrae enajenandolos.
El nuevo régimen extrae los contenidos, las luchas, los conflictos, y los discursos, e incluso el uso de neologismos de las clases menos favorecidas del mundo entero con el fin de crear una narración y afianzar una estética de lo exótico y de lo políticamente correcto. Pinturas basadas en tapetes kurdos, esculturas con apropiaciones de la lucha de clases latinoamericana, o con las casitas de latón de un barrio de invasión, obras con citas al Black Live Matters, o la resistencia al partido comunista Chino; video con refugiados africanos, instalaciones creadas con los elementos del “tuneado” de autos, pinturas con elementos indigenistas, dibujos con referencias al “Trumpismo” del “white trash” americano etc, etc, Y esta extracción es de doble vía. Por artistas que vienen de países del primer mundo que viajan a regiones en vía de desarrollo, y por artistas connacionales al lugar de origen de estos materiales, que crean con ellos una narración biográfica para el exterior, así, en muchas ocasiones, nunca han tenido contacto con las personas y la sociedad donde esos materiales, esas luchas y esos discursos son vitales.
Pero a la clase dominante no le interesa lo vital de lo comunitario, al contrario. Le interesa el funcionamiento al nivel de lo individual porque es allí donde se despliega el malestar que origina la inclusión como ideología en cada individuo, y que es garante que se mantenga como un follower. El individuo que no pertenece a la clase dominante se pregunta porqué fracasa en hacer parte activa del régimen estético si todas las señales alrededor son de inclusión: hace parte de la comunidad Instagram, recibe un pase de entrada para los “otros” días del VIP en la feria de arte, (las ferias de arte, así como la Bienal de Venecia, tienen días que son los VIP de los VIPS), se ha tropezado en una fiesta o en una inauguración con alguien importante, emula las estructuras formales, maneja el mismo discurso que prevalece.
El individuo asume que es culpa propia, sin ver que se trata una inclusión mediada que funciona como un gatekeeper y que está puesta a funcionar con este fin. Antes de renunciar, el individuo toma como garante que puede hacer parte de la clase dominante, y continua en su intento de pertenecer a ella, enlazándose con su energía emocional y su tiempo.
Como si no fuese suficiente, la ideología de la inclusión se expresa en las nuevas tecnologías. Mientras los NFT promueven una democratización del mercado con un acceso inclusivo, es evidente al evaluar los datos un año después, que la gran mayoría no pertenecen a los ganadores sino al grupo de followers.
Sin embargo, hay una salida: La resistencia frente al nuevo régimen estético, se construye en parte, a través de prácticas artísticas basadas en ejercicios vitales colectivos, y en el compromiso de lo humano con lo no-humano. Por ejemplo, artistas que trabajan originando empoderamiento en una comunidad en riesgo ecológico, necesitan, para cumplir sus cometidos, de una participación completa, directa y constante, que no puede ser mediada exclusivamente por lo afectivo y en la ejecución formal, y que toma en cuenta la naturaleza y el conocimiento que la comunidad ha originado alrededor de ella.
To see the article on Esfera Publica’s website click here