Published at Esfera Publica. 04.11.2022. Ed. by Jaime Iregui
Un autor con una exuberante producción intelectual, escribió que le gustaban los memes porque le permitían no tomarse las cosas en serio. Es cierto, los memes ayudan a entender la cruda realidad de nuestra vida social. Generan una forma de conocimiento que va más allá de la opinión. A veces, un meme tienen más efectos sociales que un artículo de investigación sobre tal o cual hecho de corrupción en un país. Pero hay memes serios. Es decir, memes que transforman nuestra relación con tal suceso para ponerlo en contradicción con otros sucesos más profundos y más complejos.
Un sancocho contra Monet: no estuviese escribiendo este pequeño artículo sino hubiese visto el siguiente meme.
Durante todas estas semanas los medios reflejan posiciones diversas alrededor de los ataques contra obras de arte “incunables”. El tenor en general es el mismo. Rechazo a los ataques, así sea con sopa de tomate en lata, en directa referencia a Andy Warhol. Hace dos semanas leí la opinión de una “amante” del arte, que clasificaba a los ataques de terroristas por no permitirle a las “generaciones venideras” la contemplación de la gran obra de arte, expresión del espiritu humano. Lo curioso de su argumento es que olvida que el agravamiento de la crisis climática conllevará a que no vayan a haber generaciones venideras que puedan disfrutar de los “incunables”… así como de los tigres, ballenas, del mar, etc.
Una respuesta concisa recibieron los “amantes del arte” por parte del curador Raimar Stange en un ensayo publicado en Monopol. Stange argumentó que los ataques a las obras de arte se dirigen contra la lógica capitalista causante en gran parte del desastre climático. Al lanzar una sopa contra un Van Gogh o contra un Monet se ataca al sistema capitalista que necesita construir la noción de la obra maestra de arte para asegurar su valor monetario. Una noción sostenida por la reducción del arte al de ser un objeto que puede ser sujeto a transacciones comerciales. Los ataques no son al arte, sino al canon artístico eurocéntrico universalmente aceptado y formación en adherencia al capitalismo.1
Si bien hace algunas décadas era difícil de denunciar la clara separación entre patrimonio cultural y fetichismo comercial, ya que se asumía que el valor monetario de una obra de arte era la representación del valor simbólico cultural, la aceleración de la instrumentalización financiera del arte da razón y vigencia al argumento de Stange. Nos encontramos en un momento de desprendimiento y desvinculación del arte como producción social y cultural y “arte” como producción de valor monetario yespeculación financiera. Anteriormente, asumíamos que el mercado de arte era la construcción social que lograba la adherencia del valor monetario como representación económica del valor simbólico, y regulaba la circulación, distribución de esos valores. Sin embargo, hoy en día experimentamos que la producción, venta y recepción de “arte” con valor económico especulativo sucede en separación completa de arte con valor cultural. Éste último viene a ser “creado”, como un “bonus track” que se le añade al objeto obra de arte mediante manipulaciones típicas de las estrategias de mercadeo, corrupción moral de curadores, creación artificial de museos, bienales, ausencia de prensa crítica, explotación de los trabajadores culturales, extracción de contenidos estéticos de luchas sociales y ambientales y apropiación de recursos públicos con fines privados, etc.
En verano, durante las rondas preparatorias del COP 27 en Bonn, una conferencia hizo público los riesgos, asesinatos y amenazas que sufren los activistas climáticos en Latinoamérica. Para sorpresa de la comitiva latinoamericana, la situación era absolutamente desconocida para muchos de los participantes. Se trataba de público especializado en temas ambientales. Creadores de políticas ambientales, asesores de gobierno, científicos y activistas europeos. Al público general alemán, un país que se jacta de ser avanzado en temas ambientales, el asesinato del periodista y activista ambiental Dom Phillips en el Amazonas le pasó por desapercibido.
Sancocho vs Monet. Mientras la lógica capitalista opere reduciendo al arte como un objeto para actualizar transacciones financieras, es imposible que la discusión sobre el activismo ambiental y climático permita integrar una narración que amplíe la mirada y al trabajo de otros activistas. Es decir, que dé cuenta de aquellos que no pueden lanzar un sancocho contra un Monet preocupados en no ser asesinados el día siguiente. La lógica capitalista constriñe el discurso y las discusiones para centrarlo de nuevo en el carácter objetual de la obra de arte creando una división de opiniones en la que la mayoría afirman la objetualidad y se sienten ofendidos si esa objetualidad es puesta en riesgo. Las plataformas de social media operan perfectamente, asegurando la discusión “democrática” para construir una narrativa principal y dominante, enviando a una zona gris otros relatos que pueden ser más existenciales.
Las discusiones sobre la Documenta 15 operaron de manera similar. La narrativa antisemita se apropió del discurso y aisló a otros, tales como las propuestas de “más arte y más acción” que precisamente era ambientalista y de justicia social.
Notas
1¿Perdón? ¿Los dos cuadros de Van Gogh y Monet son representativos del «arte en general»? ¿No son más bien, por parte de los activistas, exposiciones seleccionadas a propósito y con astucia que representan desde hace tiempo una cosa por encima de todo: fetiches idolatrados por los «amantes del arte» que, conexposiciones de calidad museística y escandalosamente costosas -casi todos los artículos mencionan el valor-, desempeñan un papel en la industria cultural más que en un debate cultural real? Estas obras de arte son adoradas y consumidas obedientemente.