Published at Esfera Publica. 02.10.2022. Ed. by Jaime Iregui
A mediados del Siglo XIX los ornamentos, otrora en mármol, madera y otras piedras, comenzaron a ser industrializados y vendidos en masa: ángeles, plafones para lamparas, molduras con ornamento de talladura, acalabrotada, quillas, cornisas, cimacios, zócalos, consolas, astrágalos, chaflanes, guirnaldas, foliados, etc, con diferentes estilos podían pedirse por catálogo de empresas expertas en vaciados de yeso.
Las casas de la burguesía ahora eran decoradas con ornamentos que antes pertenecían al vocabulario del diseño interior de las aristocracias y de palacios arzobispales, y por más anecdótico que sea este evento en nuestros tiempos contemporáneos de Ikea, Alexis de Tocqueville (en una cita que traigo de la memoria) utilizó la democratización del ornamento para concebir de manera positiva los avances del capitalismo y la industrialización los Estados Unidos.
Democratización del arte no es una idea nueva. Abaratamiento y disponibilidad en las tecnologías de producción de esculturas, ora bronce o hierro, así como el incremento en la producción industrial de maquinas impresoras, es decir, tecnologías de procesos reproducibles de la imagen, ayudó favorablemente a la primera generación de galeristas franceses a principios del S.XX a abrir mercados de arte. Vaciados en bronce de Rodin comenzaron a participar en mercados intercontinentales para adentrarse en los hogares de la nueva burguesía americana.
En los años sesenta un grupo de galeristas y mercaderes de arte, entre ellos Leo Castelli, apelan de nuevo la idea de la democratización del arte. Para hacerlo, dan un nuevo impulso a las artes gráficas. Las figuras del pop inundan el mercado con litografías cuyo número de ediciones finales son desconocidas. Pueden ser mil o 200, nadie lo sabe hoy en día. Lo importante era que todos pudiesen comprar un Roy Lichenstein de paso convirtiendo la imagen del “BOOM” en un ícono. En la década siguiente, galeristas europeos como Rene Block, en Alemania, o Denise René en Paris, continuan con la idea de democratización produciendo “múltiples”. Esculturas pequeñas en números de series altos, que ahora llegarían a los nuevos hogares europeos que disfrutaban de la bonanza económica. Cruz Diez, Julio Le Parc, Joseph Beuys, hoy, un “múltiple”de esos autores cuesta mucho dinero siempre y cuando sea un original.
Porque la democratización del arte ha dado espacio a actividades turbias: En los ochenta estafaron a miles de personas vendiéndoles obra gráfica y falsificada de Dali, Picasso, Chagall, etc. Vendedores iban de puerta a puerta y vendían “ediciones especiales” de los grandes maestros. La estafa la iniciaban algunas veces impresores gráficos que afirmaban tener los derechos de obra, en otros casos, eran los marchantes de arte que se aprovecharon de la “democratización” del arte afirmando la falsa división entre “élites” y “nosotros”. Un “nosotros” al que le era otorgado como oportunidad única comprar al “ícono” de la historia del arte universal. (Como nota al pie: los múltiples tampoco se salvaron de ser falsificados. Más de un coleccionista se sorprende que el Cruz Diez que tienen es una copia contemporánea de los de antaño.)
Durante muchos siglos, la educación de los artistas en Europa era controlada y restringida. Se iniciaba muy temprano en el taller del maestro y luego ingresaban a un gremio. Sin embargo, eran los artistas era conscientes que ciertas imágenes de las obras que ejecutaban, que sólo podía ser financiada por la iglesia, la aristocracia o la burguesía emergente; debían recibirse en círculos más amplios que los del comedor del monasterio, o que los visitantes al studiolo de un palacio. Rafael, por ejemplo, trabajaba con Marco Antonio Raimondi, un grabador, que reproducía sus pinturas en grabados. Incluso después de la muerte del pintor la obra de Raimondi ayudó a diseminar a Rafael por toda Europa.
Si interpretamos estas estrategias de circulación de las obra de arte más allá de una búsqueda de la recepción de la imagen, es decir, si las interpolamos como un evento democrático, entendemos que democratización de las artes es la diseminación abierta e inclusiva del conocimiento, ya sean formales, de contenido, filosóficos, sociales, políticos estéticos etc, que están inscritos en la obra de un artista o de un colectivo, y que se han consolidado a través de años de trabajo aunados al talento.
La formación y nacimiento de los museos de artes responde a esta misma idea. Una democratización del conocimiento forjado en el encuentro con objetos e ideas contenidos en patrimonios materiales e inmateriales. Incluso hoy, 300 años después del nacimiento de los museos, la nueva noción de ellos enfatiza la relación de apertura, inclusión, investigación y conocimiento.1
Democratización de las artes como diseminación del conocimiento no surge de una división de clases que promueve una separación entre una “elite” y “nosotros”. Nadie pretende que la democratización de la salud sea que miles de sanadores y curanderos puedan ejercer de manera más efectiva que los médicos porque éstos últimos son una élite. La democratización de la medicina implica que el conocimiento científico y social consignado en el desarrollo de tecnologías, farmacéuticos, métodos de tratamiento, etc. sea accesible a todos y por todos, y que cualquier persona pueda hacer parte de la construcción de ese conocimiento mediante el ingreso a un sistema educativo, así como a entidades de investigación. La democratización implica además el reconocimiento de los costos y logros de aquellos que construyen y amplían la base del conocimiento.
El gran reto de la democratización de las artes como diseminación de conocimiento es que los participantes en el mundo cultural y los responsables de políticas culturales sean competentes en la ejecución, divulgación y financiación de los programas de arte. Resulta paradójico y molesto que este momento, un buen momento para el arte colombiano en el exterior, con artistas colombianos participando en bienales internacionales reconocidas como la de Lyon y Venecia, con otros colombianos postulados a premios como Marcel Duchamp Prix, o mencionados por el Times Magazin, la prensa, los medios de comunicación colombianos, el ministerio de Cultura, y la cancillería resalten y le hagan creer a la opinión pública que el orgullo artístico del país está en manos de otras personas.
1“Un museo es una institución sin ánimo de lucro, permanente y al servicio de la sociedad, que investiga, colecciona, conserva, interpreta y exhibe el patrimonio material e inmaterial. Abiertos al público, accesibles e inclusivos, los museos fomentan la diversidad y la sostenibilidad. Con la participación de las comunidades, los museos operan y comunican ética y profesionalmente, ofreciendo experiencias variadas para la educación, el disfrute, la reflexión y el intercambio de conocimientos.” https://icom.museum/es/news/el-icom-aprueba-una-nueva-definicion-de-museo/