Publicado por Esfera Publica. Mayo 24 2023
En la mayoría de los artículos que he publicado en esferapública utilizo el modelo de Ponzi para explicar un modo de funcionamiento del mercado del arte. El modelo Ponzi es una forma de fraude que atrae a los inversores y paga beneficios a los inversores anteriores con fondos de inversores más recientes. En el caso del arte, sucede de la siguiente manera: los que manejan la pirámide elevan el precio de las obras de arte de determinado artista, que revenden con jugosas ganancias. Para crear el aumento de precio, utilizan estrategias de marketing. En el mundo del arte el marketing es particular: valores inflados por medio de la participación en las subastas, exhibiciones en museos, artículos de prensa o revistas especializadas y no especializadas, el uso de canales sociales, Instagram, los primeros puestos en concursos públicos maniatados, etc. En la medida que el o la artista encuentra más compradores y más exhibiciones, el precio de sus obras se incrementan. Al final, un limitado número de inversionistas son los que hacen las ganancias jugosas, revendiendo las obras que compraron por bajo dinero. Una gran mayoría pierde el dinero. La mayoría de las colecciones privadas terminan siendo liquidadas, es decir, transformadas en dinero. Otras terminan siendo donadas a los museos bajo la garantía de obtener privilegios tributarios.
Uno de los grandes problemas en la educación de arte es la falta de una descripción valida sobre los mecanismos de comercialización, financiación y especulación con obras de arte, junto al señalar los efectos que producen tales mecanismos. En cambio, se ha consolidado una única narrativa: “El-la artista genio produce obras de arte geniales que vienen a ser genialmente vendidas por geniales galeristas-consultores de arte para coleccionistas geniales que vienen a ser expuestas al público gracias a geniales curadores-curadoras.” Al final, el éxito comercial del artista se explica con la palabra “genio”. La precarización del arte, el carácter extractivo y exclusivo del sistema del arte son silenciadas. El fracaso financiero de una persona que decide ser artista, (explicaría esta narrativa) es mera y única responsabilidad del individuo. La narrativa supone que el sistema de arte es un sistema incorrupto, construido por la búsqueda de valores de “belleza”, “lo estético”, “talento”, “progreso social”, etc. Sin duda, hay muchos actores del sistema del arte que creen y trabajan bajo estos ideales. Pero el sistema de arte no funciona ideológicamente, esconde las manipulaciones y las influencias de grupos de intereses. Observemos por un momento, para dar un ejemplo, el uso de los museos e instituciones públicas para crear valores económicos privados. Pareciese que la falta de interés de defender lo público o por lo menos, el interés de hacer critica a ciertas políticas culturales, se ha concretado en una falta de vergüenza. Esta semana lanzan en Bruselas un producto financiero con el que inversionistas se transforman en “accionistas”. Adquieren acciones (shares) representadas obras de arte. Este modelo no es nuevo. Hace unos años estaba de moda crear fondos cerrados con inversión en obras de arte. Lo diferente es que esta empresa financiera, en cuyos comités se sientan miembros de la aristocracia Europea, integra abiertamente a los museos e instituciones como “shareholders” de la siguiente manera: ¿eres museo o institución? Entonces tu labor será exponer las obras de nuestros accionistas para que así podamos elevar los precios y aumentar las ganancias de ellos. Que los museos o instituciones en su mayoría de sean públicos, sostenidos con los impuestos de los ciudadanos no es considerado dentro de la lógica de la especulación financiera que busca privatizar las ganancias. ¿por qué el museo debe mostrar una pieza determinada que le pertenece a un grupo privado? ¿por el afán de hacer exhibiciones de moda, estilo “Blockbuster”?
Hay muchos mecanismos que podríamos analizar y divulgar. De esta manera entenderíamos que la constitución del canon de arte es gran parte producto de intereses, zonas de concentración geográficas de capital, exclusividad y algo de suerte. Entender que la historia de arte contemporánea se ha construido a partir de una sola narrativa nos da la posibilidad de reaccionar instaurando nuevas y contra narrativas, más integrales, más ambientales, sociales y políticas.
Esfera Pública ha sido muy amable en volver a editar el artículo ¿Son los memes una amenaza para el mercado del arte?, que era una respuesta a un artículo de la conocidísima consultora de arte Lisa Schiff. En su artículo, Schiff criticaba el surgimiento y éxito de la “pintura meme”. Refiriéndose a una pintura que se torna viral como un meme y que, como lo hemos visto, todo mundo quiere adquirirla, exhibirla, o escribir sobre ella. Si bien compartimos su crítica inicial, era necesario contextualizar la pintura meme en otra génesis. En gran parte, la consolidación de la pintura meme se debe a la acelerada aplicación de métodos Ponzi. Es decir, crear valores especulativos altos sin ninguna base sólida. El artículo de Lisa Schiff fue el artículo más leído y comentado del portal de noticias Art News. A Lisa Schiff le hice llegar nuestra publicación. Pero, nunca obtuvimos ninguna respuesta. No lo esperaba de alguien que tiene clientes como Leonardo Di Caprio.
Hace pocos días el mundo del arte recibió la noticia que Lisa Schiff se declaró en quiebra, y que además enfrenta demandas millonarias. La base de la demanda describe que la consultoría de arte de Lisa Schiff funcionaba como un sistema Ponzi, recogiendo dinero de coleccionistas para pagar a otros que esperaban los renditos de las ventas de las obras de arte que Lisa Schiff con su dinero había adquirido. Tal vez, la caída de la consultoría tiene más facetas que las que estoy describiendo: pero no deja de ser triste que lo que acusábamos como génesis del malestar en el arte contemporáneo, en ejemplo de la pintura meme, el método Ponzi, no era desconocido por la consultora, y que ella misma aparentemente lo estaba practicando con sus clientes.
Leamos las palabras de Lisa Schiff en un artículo del Financial Times de 29 de Nov de 2017-
«Mi principal trabajo es hacer que el mundo del arte sea transparente, ayudar a capacitar a los coleccionistas. Es un mundo muy complejo y opaco. Si estás en él todos los días, se convierte en algo natural. . . Cuando la gente entra, suele marcharse rápidamente porque se siente amenazada, comete errores o se aprovechan de ella. Así que intento ayudar a la gente a entenderlo … y disfrutarlo».[1]
Palabras paradójicas, porque precisamente a aquellos a los que ella pretendió hacer el mundo del arte transparente, son ahora son sus víctimas a razón de la falta de transparencia misma. Pero no se trata, como diríamos en colombiano, “caerle al caido”, sino insistir en que es el momento indicado para reflexionar sobre lo que está sucediendo en el arte contemporáneo y su crisis: museos que sólo sirven a los más ricos del planeta, galeristas que exhiben arte feminista pero son a su vez depredadores sexuales, arte que es utilizado para evadir impuestos y lavar activos pero luego financian exhibiciones sobre justicia social o ambiental. Academias de arte que elevan los costos de matrículas, políticas culturales que se convierten en ideologías neo capitalistas…